En la Antigua quisiera morir, así dice Bunbury en su canción El Extranjero. No sé si es para tanto, a mí me recuerda a La Laguna - Tenerife- pero hay que reconocer que viniendo del caos guatemalteco esto es un oasis.
En la Antigua, además de recorrer sus calles adoquinadas y delaitarnos con sus casas rojas, azules, verdes y amarillas, se observan detalles como aldabas, ventanas enrejadas y demas ornamentación atípica en Guatemala. Pudimos ver un concierto de la Sinfónica Nacional, que para mi sorpresa acostumbrado a Mozart, Liszt o Rachamaninov, nos ofrecieron a Lara, Márquez o mambos de distintos tipos. Diferente pero genial.
Al dia siguiente fuimos a ver el volcán Pacaya. Molt fort que decimos en mi tierra. Está en erupción constante y tuvimos la lava a uno o dos metros. Adiós, literlamente, a las suelas de mis zapatillas.
Hoy nos hemos marchado a Chichicastenango, donde se pone uno de los mercados más importantes y coloridos de Guatemala. Hay dos iglesias, una frente a otra. Las dos muy freaks. Pero una, la indígena, más. Y además nos pilló un bautizo. Los indígenas tienen una mezcla de catolicismo y ritos ancestrales bastante curiosa, la verdad.
Y hoy llegamos al lago Atitlán, el lago más bello del mundo según el autor de un mundo feliz. Para mí, tenía razón. Tres volcanes lo rodean y un puñado de pueblos con los nombres de los apostoles lo custodian. Nosotros estamos en San Pedro.
Esta es la última visita de Guate, ahora toca Nicaragua. Nos dirigimos al lago más grande de Centroamérica - somos gente de lago, que se le va a hacer-.
Pronto, más palabras.
Saludos.
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